Mi trabajo se mueve entre el expresionismo abstracto y la ilustración con raíz simbólica. Como pintora, me inspiro en la naturaleza, en lo cotidiano y en el poder del color como transmisor de emociones profundas. Mi lenguaje plástico se nutre de la mancha, de la materia, de la textura, en un proceso donde el gesto y la intuición cobran protagonismo. Encuentro afinidades en artistas como Rothko, De Kooning, Pollock, Joan Mitchell o Klimt, y comparto con ellos la búsqueda de una verdad emocional a través de lo no narrativo.
Aunque ocasionalmente trabajo la figura, mi obra no pretende representar, sino evocar. En este sentido me siento próxima al ideario de Les Nabis, para quienes el arte no era una reproducción de la realidad, sino una síntesis personal de símbolos y metáforas creados por el artista.
Mi otra faceta es la ilustración, especialmente influenciada por la estética de los cuentos infantiles de la Edad de Oro: Rickman, Tenniel, Dulac... En estas piezas exploro una línea más narrativa, unida a la técnica y sensibilidad del nihonga japonés, una forma tradicional de pintura oriental con un enfoque contemplativo y simbólico. Esta técnica inspira en mí una forma de ilustrar que es a la vez delicada y evocadora, entre Oriente y Occidente, entre lo onírico y lo ancestral.